Me temo de
que el pensamiento moderno esté en los libros de ajedrez y no en los
mejores. Los mejores igual que cualquier otro libro tratando de
cualquier otro tema : economía, política, sociología,
filosofía … están repletos de principios anticuados que no
resisten a la práctica actual ; hablan de estrategia, de juego
posicional (o sea que están o buscan estar bien campados en sus
posiciones).
Pero ocurre
que en ajedrez hay los ordenadores. Hay que tener en cuenta la
inteligencia artificial. Y sabeís lo que pasa : la inteligencia
artificial está derrotando la inteligencia humana, tirando al suelo
siglos de tradiciones ajedrecistas fundada en el juego de elite, de
los que mejor han no solamente jugado al ajedrez pero pensado el
ajedrez. Como si sus principios, los que rigieron este noble juego,
fueran sólo un amontonamiento de necedades.
Entonces que
hacen los peores libros de ajedrez. Ni siquiera se dan la pena de
comentar, analizar, disecar una partida de ajedrez en principio,
medio juego, final ; y menos se molesten en ajustarla a
principios, a temas posicionales o de estrategia. No !
Simplemente se limitan a copiar variantes (líneas de juego) que les
procuró el ordenador, una base de datos, la inteligencia artificial,
que suple a la inteligencia humana. Consta de que un jugador de
ajedrez moderno no puede pasarse de un logicial (inteligencia
artificial) para revisar su partida, pero sí de todos los buenos
libros que fueron escritos hasta ahora y siguen escribiéndose.
Me diran que
no somos máquinas. Que a ver si quiero yo que pensemos como
máquinas. Como antes, con la mecanización del trabajo, querían que
trabajemos como máquinas. ¡Allá ustedes ! de seguir
cometiendo errores en política, en economía, en sociología, en
filosofía, en … Pero nosotros los jugadores de ajedrez ya tenemos
en cuenta a la inteligencia artificial que va cambiando nuestra forma
de jugar aunque de forma imperceptible no menos indefectible. Y
lamento que el hombre no haga lo mismo en todos los campos de su
actividad y pensamiento, cuando, fuerte de sus principios y descansando
sobre una tradición ilustre, sigue ilustrándose cometiendo errores
garrafales.
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