Para empezar no es cosa
del otro mundo. Y si bien de este quedara por definirlo. Mejor
actualizarlo.
Ayer hasta las tantas de
la noche miré la tele y esta mañana al levantarme mi primer
instinto fue poner la radio. Nada original en eso ¡Verdad!
Soy hombre de este mundo y
en tanto que hombre de este mundo necesitado del mundanal ruido. ¿Qué
se le va a hacer? Apagar la tele. Apagar la radio. Y así se apaga el
mundanal ruido.
El hombre
prehistórico necesitaba encender fuego para calentarse el cuerpo. El
hombre moderno necesita encender la tele o la radio para calentarse
la cabeza. Y nos la calentan de día como de noche.
Siempre es
cuestión de supervivencia. Y el hogar común. En otros términos
vulgar. Siempre se trata de vulgarisación del saber. Nos untan de
saber. Que esta piel segunda vuelva a ser nuestra piel. Que la
tengamos tan pegada al cuerpo que no nos podamos deshacer de ella.
No es que
entre más profundo. Que el saber nos haga sabio. El mundo es de
locos. Y no hay más loco que él que no se sabe loco. Y no hay más
loco que él que se piensa sabio. Basta entonces con que nos sentimos
sabios. Y todos nos sentimos sabios ¡Verdad!
Sin embargo
ocurre que a veces apaguemos el fuego, porque nos calenta la cabeza,
porque nos da fiebre, porque nos pone febril. A veces somos este
enfermo que quiere volver en sí. Entonces cae sobre nosotros esta
chapa de plomo que es el silencio y no siendo menos el silencio que
esta música celestial que no llegamos a oír.
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