jeudi 21 avril 2016

El mundo audiovisual

Un día Rafa entró en la tele y Pedro no se le volvió a cruzar por la calle. Desde aquel día Pedro pensó que coexistían dos mundos paralelos que nunca se encontraban y se preguntó cómo había hecho aquel buen amigo suyo para dejar este mundo nuestro y aparecer luego en la tele: era para él todo una incógnita.

Pedro no se perdía la menor oportunidad para verle en la tele y aunque en seguida le reconociera no quitaba que lo encontraba algo distinto a como lo había conocido. Pero no sabría decir que cabía en este algo distinto. Quizás las personas permanecían iguales pero sólo su reflejo hacia el otro mundo les cambiaba. Rafa no escapaba a la regla, salía muy favorecido como escapando a su realidad primitiva.

Pedro se informaba del programa TV y no dejaba pasar un "one man show" de Rafa. Y se reía, y se reía, y se reía como nunca habían reído juntos a pesar de que Rafa era un bromista de primera. Pero si fuera sincero confesara que a Rafa a veces lo encontraba un poco pesado con sus bromas. No fue incluso Pedro el primero en incriminarle y achacarle de soez y vulgar, de grosero, cuando ahora en la tele sólo le encontraba muy divertido.

También, por mucho que se acordaba, Rafa podía tener mal genio aunque parece que la tele se le había quitado. Qué grata compañía debía ahora ser la suya, pensaba Pedro. Pedro que lo fue buscando en vano. No había dirección, no había número de teléfono que valga. Rafa había desaparecido sin dejar huella de su paso sobre la tierra.

Pedro, desconsolado, encendía la tele según el programa anunciaba su aparición. Operaba la tele como gafas de buceo sobre peces de arrecife cuando los veía en el mar tan grandes y de vivos colores para luego en la playa, en la punta de la flecha, aparecer tan pequeños y sin brillo. Tan bonachón salía ahora a la tele Rafa con su barriga que le valió el mote de gordito tan despreciado en aquel entonces de sus años deportivos y mujeriagos.

Sin embargo, parecía Rafa añorar el otro mundo que era la realidad cotidiana en la que Pedro se debatía como un pez fuera del agua, o sea que cada gesto suyo parecía un gesto de agonía. De ello, de sus recuerdos supo Pedro en una emisión de divertimiento donde concurría Rafa con otras personalidades del mundo audiovisual como si el otro mundo, el de Pedro, no se viera, no se oyera. Pero ellos estaban ahí como testigos de un mundo no visible, no audible, eran como sus más vivos representantes para no decir los únicos. Pero se lo representaban con colores, con sonidos, cómo podían representárselo de otra manera, si ya no formaban parte del mundo de Pedro más bien grisáceo, mate de color como de sonido.

No se paraba aquí la cosa. El mayor embuste según Pedro era que no sólo hablaran de su mundo a él en buenos términos sino que cuando se les preguntaba sobre su entrada en la tele dejaban la incógnita y la imposibilidad a cualquiera, Pedro incluido, de reunirse con ellos, diciendo que era pura casualidad. Pedro desengañado, descontento, desilusionado, dejó de mirar la tele y se tiró a la calle con la expectativa de siempre: ver a su amigo Rafa.


Hasta aquel día nadie podía decir a ciencia cierta si había perdido la cabeza. Una cosa sólo estaba segura es que había perdido en la persona de Rafa a un buen amigo. La verdad era que tampoco nadie se creía que Rafa fue un día amigo suyo. Pero cuando creyó verlo y se puso a gritar a voz en cuello:
- Rafa, Rafa, Rafa, Rafa, Rafa, Rafa ...
la gente mirando en torno suyo y no viendo a nadie concluyó que estaba rematadamente loco.
- No ves que no está
le dijo la gente. Se repuso. Tenían razón: cómo iba a oírlo, cómo iba a verlo si pertenecían ahora a dos mundos paralelos y si sólo el mundo de Rafa era el mundo audiovisual, no el suyo.

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