El comunismo llegó a ser una religión sin iglesia, sin sacerdotes, sin devotos, pero se volvió a vivir en el secreto de su conciencia ; de sueño para la humanidad volvió a ser un sueño muy humano. Muchos lo tuvieron. No se sabe si lo callaron o si se lo olvidaron al despertar. Pero hubo uno que para no olvidárselo del todo empezó a escribirlo. Según se cuenta, el día menos pensado cargarón con él la policía. Ahora, cada mañana, cuando despunta el sol de la humanidad y dicho humanidad despierta de su sueño, siempre alguién viene a florecer su tumba anónima en la que, sin embargo, y si se mira bien, en la piedra basta y rayada que la cubre, se puede deletrear el nombre de Marx II.
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