jeudi 24 mars 2016

¡Piensáselo Usted bien!

Soy la piedra más humilde del camino donde el más miserable rastrea la suela de su zapato perdida de barro.

Soy la piedra más alta del monte, a mí no hay quien me pisotea.

No se hablaban. Lo hubieran querido que no lo hubieran podido. Había tanta distancia entre ambos, tanto desnivel.  Pero en el largo hilo de piedra que se devanaba del uno al otro sí corría la voz. Sin embargo, a medio camino, al poco subir, se detenía el lamento quejumbroso del guijarro humilde y empezaba a elevarse -- aunque al principio de forma casi inaudible -- la orgullosa y altanera voz de la piedra cimera. Y, conforme se iba subiendo, se la oía cada vez más para acabar no oyendo otra voz que la suya, para acabar en un formidable y aturdidor trueno.

¡Piensáselo Usted bien!, cuando armado de unos buenos zapatos de suela espesa y dura va subiendo al monte. Y ve cómo se le hincha los pulmones, y cómo su mirada se pone altiva, cómo poco a poco lo va mirando todo de arriba hacia abajo, y cómo llega ebrío a la cumbre, y cómo de humilde que era ahora siente insuperable potencia. Y olvídese de todas estas científicas bobadas acerca de la altitud y de la oxigenación de las células. Porque yo sé lo que a Usted le está pasando y si Usted como yo lo supiera dijera : 

- Soy la piedra más alta del monte, a mí no hay quien  me pisotea.

Cuando al mismo tiempo, sí, ¡piensáselo Usted bien!, la estará pisando.


A Alfonso Rubio del Castillo

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