mardi 15 mars 2016

El libro robado

Pegaba un susto cada vez que venía a recogerle el hombre destinado a sus símbolos aunque luego se relajara entre las cariñosas manos del cuidadoso dueño de su vida que transcurría ahora sin mayor sobresalto. Poco a poco se fue tranquilizando, acostumbrándose a que se le cogiera de vez en cuando para reponerle luego en las estanterías de la biblioteca personal donde volvía a ser una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes. Mientras tanto, y se alegraba mucho de ello, participaba de la emoción singular llamada belleza de su lector y amo que lo trataba muy bien. Se lo había comprado sobre internet, en Amazon, y estaba muy lejos de saber por donde tuvo que pasar antes de llegarle. A la entrega, de contento como estaba, dió su amo una buena propina al recadero, un latino americano, como Pedro.

¡Ojalá no supiera nunca su amo quien era Pedro! Cien años de cuentos, así se llamaba el libro, guardaba en sí muchas historias que contar pero ninguna de ellas era la de Pedro.
- Pedro, dijo la bibliotecaria, ya estás inscrito.
- ¿Cuántos libros puedo llevarme? preguntó Pedro.
- El préstamo es de seis libros.
- Muy bien, dijo Pedro.
- ¿Y no me preguntas por su devolución? que no se te vayas a olvidar.
- Ah,sí, ¿Cuándo tengo que devolverlos?
Sonriéndole, le tendió la bibliotecaria un marcapáginas donde venía la fecha de devolución, y le invitó a adentrarse en el laberinto de libros anónimos e indiferentes, hasta que den con su lector, diría Jorge Luis Borges, pero, ¿cómo Pedro iba a conocer a Jorge Luis Borges?, Pedro era un inculto, quizá un analfabeto. 

Pedro se iba cuando volvió a llamarle la bibliotecaria.
- Disculpe, ahí tiene su carné, se me olvidé devolvérselo.
- Gracias, dijo Pedro, sonriéndole a su vez.
Esto de la identitad de las personas es como la identitad de los libros, desde fuera se parecen todos, desde adentro es otra historia. Y la historia de Pedro no venía escrita en ningún libro, ni siquiera aún en un informe de policía, la historia de Pedro era de Pedro y de nadie más y nadie podía leer en Pedro como en un libro abierto. Pero ¿por qué Pedro, con tantos libros escritos en inglès fue a buscar uno escrito en español? ¿Sería pura casualidad que cayera con él, quién lo sabría? A este Pedro, no me gusta nada esa su manera de cogerme. No tiene mano de lector, ni siquiera me mira como me miraría si quisiera conocerme a fondo, con esa mirada a la vez superficial y profunda, vaga y precisa, que tiene en su primer contacto conmigo cualquier lector digno de este nombre. No, ni siquiera mira mis títulos sino quien viene en los pasillos como si me estuviera robando. Ahora se tranquiliza, recordándose seguramente que está haciendo un préstamo y me tira en la bolsa como si no fuera nada, y va por otro, y por otro, seguro que a ellos tampoco les está mirando como se debería; parece que va de compra, y no le gusta, se da prisa, ahora somos seis en la bolsa y se encamina hacia la salida de "The New York Public Library".

No habra visto todavía el amo las marcas infames en su canto y en su pagina de guarda o no se hubiera enterado de lo que significaban. En su pagina de guarda venía una cartulina marcada por el sello de la New York Public library y en uno de sus cantos se podía leer: The New York Public library. Ni siquiera se había dado la pena Pedro de romper la hoja de guarda y enturbiar o borrar las letras. Son detalles que en cualquier momento podían delatarle, revelar su procedencia. Sería una pena, una desgracia, su amo era una persona tan buena y tan honrada que capaz sería de devolverle a The New York Public library donde fue robado, sin lugar a dudas. Pero, no, no lo haría, él ahora se lo iba a entretener con sus  Cien años de cuentos  mejor que Sheherazade a Shahryar, el rey de Persa, con sus Mil y unas noches, y nunca nada sabría de esta maldita historia que no viene contada en ninguna de sus hojas. Sin embargo, él tampoco puede borrarla, es su pasado y aunque querra olvidárselo, en los anaqueles de la biblioteca personal de su amo, donde los libros duermen su sueño de libros, no consigué reposar más de un rato, recuerda a Pedro y ¿quién sabe si a Amazon?, pero eso es otra historia.

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