Le va a
gustar se decía a la gente práctica, a la gente despierta, a la
gente que madruga para ir al trabajo, o bien de pesca, o bien de
cacería, esa, su clasificación, y se hubiera frotado las manos de
no estar teclando en su ordenador lo que viene a continuación.
Por un lado
había entonces los valientes, los que si despertaban era para ir al
trabajo, o bien de pesca, o bien de cacería, y por otro lado los
vagos que si despertaban ni siquiera se levantaban. Seguían tumbado
aunque sin conseguir el sueño y se lo aprovechaban para hacer
castillos en el aire.
Luego, entre
ellos, los más talentuosos, los pondrán en el papel para que luego
otros, gente de la misma ralea, también tumbados, se los leyera,
pensando haber encontrado ahí el castillo de su sueño. Si supieran
que fuera escrito justamente por gente que no alcanzaba el sueño
pero no tenía el valor de los valientes, el valor de levantarse para
ir a trabajar o a pescar o a cazar, por ser tan vagos como ellos.
Él muy bien
se lo sabía, desde su más tierna edad, cuando lo pasaba muy mal si
se lo encontraba con un libro en la mano. Otros menesteres lo
requerían. Era un vago. Le gustaba estar tranquilo con un libro en
la mano, descansando, soñando, había que reconocerlo, y de qué le
había servido todo eso, para vivir en el mundo en el que vivía y
vivira toda su vida, que era el mundo de la gente práctica, de la
gente despierta, de la gente que madrugaba para ir al trabajo, o bien
de pesca, o bien de cacería. Su padre solía despertarle para que le
acompañase a sacar la barca. Iba con él un hombre que luego y sólo
por un tiempo sera su suegro. Con este su suegro, años más tarde,
saldrá de cacería, una vez, muy de mañana. Eran todos gente muy
práctica, gente muy despierta, valientes, que se enfrentaban con la
vida. Mientras tanto él se refugiaba en el mundo de los sueños que
también era el mundo de los que faltaban de sueño.
A la mili,
cuando le tocó hacer la mili, le arrancaron un libro de la mano. Se
enfadó, tiró el suboficial al suelo, y así de bueno fue
encarcelado una buena temporada por un libro. ¿ Qué libro le ha
cambiado la vida? Oye en la tele en la Gran Librería,
es cosa para reírse, pero no se sabe por qué, él no se rié.
Parece que no le alcanza esta sutileza de los que leen libros, parece
que no tiene esta distancia que tienen los que leen libros con la
vida. Cómo va a ser esto si está rodeado de gente práctica, de
gente despierta, que si dicen leer libros, de vez en cuando, pronto
se lo olvidaran como quien despierta y se olvida de un sueño. Que se
lo había tomado él demasiado en serio el asunto de los libros.
Fíjese que había llegado (eso de la clasificación debía
atormentarlo) a distinguir en los libros la parte de ensoñación de
la otra tirando a práctica que denotaba el grado de vigilia del
insomne y notó al paso que era la que más le repugnaba leer.
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